Stade Vélodrome

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En pleno centro de Marsella, la entrada a la lujosa Costa Azul francesa o también llamada el puerto del África del Norte, encontramos el Stade Vélodrome, hogar de todo un campeón de Europa, el Olympique de Marseille.

Quizá porque yo también pertenezco a un barrio con una idiosincrasia bien definida, siempre sentí simpatía por el OM y ansiaba asistir a un partido en el Vélodrome, y por fin este año pude conseguir unas entradas para ver nada más y nada menos que el clásico francés, Le Classico, el partido más grande que se puede ver en Francia y uno de los grandes de Europa.

Viaje exprés con escala incluida llegué a Marsella el mismo día de partido y lo primero que me llamó la atención fue el ambiente en la calle, casi el 100% de la gente llevaba todo tipo de merchandising del Olympique. Camisetas, sudaderas, bufandas… cualquier cosa valía para identificarte como un seguidor del OM, se respiraba una atmósfera especial, se notaba que era día grande en la ciudad.

Como llegué pronto por la mañana, reservé para hacer el tour del estadio y así conocer más en profundidad los entresijos de este mítico lugar.

Inaugurado en 1937, su arquitectura fue pionera en Francia al ser el primer estadio construido en cemento y no solo se practicaba fútbol en él, también tenía una pista de ciclismo (de ahí su nombre, «velódromo») además de albergar otras prácticas deportivas como el rugby, gimnasia o boxeo.

En sus inicios, el Vélodrome no era el estadio del Olympique, fue en 1960 cuando el equipo se trasladó allí y, después de varias remodelaciones con motivo de la celebración en él de partidos para la Eurocopa de 1984 y el mundial de 1998, se convirtió en el segundo estadio más grande de Francia solo por detrás del Stade de France con un aforo de 67.400 personas.

Lo primero que tengo que decir es que el Vélodrome impresiona, cuando llegas a su entrada principal y miras arriba eres consciente de que estás ante un estadio majestuoso, además es un icono de la ciudad, ya que su característica cubierta se ve desde muchos puntos de Marsella.

Fachada principal. Fotografía: feelthefutbol.com

Una vez dentro y después de pasar por una sala donde ves colgadas muchísimas camisetas de diferentes años del OM, llegas a una galería donde están colgados cuadros de jugadores míticos del club… Ravanelli, Papin, Deschamps, Drogba, Boli… casi nada.

Mirando esas fotos, leyendo los fragmentos de historia que situaban a esos jugadores como auténticas leyendas del club, no podía parar de imaginarlos jugando en ese estadio, así que me dirigí hasta el final de esta galería que conectaba por fin con las gradas.

Siempre recordaré la primera vez que vi desde dentro un estadio de fútbol siendo solo un chiquillo, el color verde del césped inmenso (así me parecía a mí a esa edad), la inmensidad de todo lo que me rodeaba en ese momento… y aquí, cuando me asomé a las gradas del Vélodrome, sentí algo parecido.

No solo llama la atención las formas de este estadio por fuera, si no que por dentro no deja indiferente… dos grandes tribunas, la Jean Bouin y la tribuna Ganay y sus dos fondos inclinados hacia atrás hacen que la acústica de este estadio sea terrible para los contrarios.

Vista panorámica del estadio. Fotografía: feelthefutbol.com

Después de muchas fotos y de pasar también por otras zonas del estadio, como los vestuarios o la sala de prensa, el tour llegó a su final y yo ya no podía aguantar hasta la tarde para asistir al partido, pero antes había que volver al centro para comer algo y reponer fuerzas.

La gente animando al OM se había triplicado… mareas de aficionados cantando por las calles o sentados en las terrazas de los bares y, aprovechando que en España también se jugaba El Clásico, decidí meterme a un pub a verlo rodeado de aficionados marselleses.

Final del partido, ganó el Real Madrid y ahora sí, bufanda y camiseta del OM puesta y ya con la noche entrada en la ciudad, era tiempo de partir hacia el estadio… Le Classico esperaba.

Pensé que con una hora y media de antelación sería más que suficiente para llegar y disfrutar del ambiente en los alrededores del estadio, pero cuando salí del metro lo que vi me dejó perplejo.

Miles de seguidores en la entrada al estadio bengalas en mano formando coreografías, cohetes al cielo, de repente parecía que había llegado a una zona bélica.

Llegada al estadio. Fotografía: feelthefutbol.com

He estado en grandes partidos con mucha rivalidad, Real Madrid-Barcelona, Brujas-Anderlecht, River-Boca (Bien es cierto que este partido lo vi en Madrid, en la final de la Copa Libertadores, en Argentina tiene que ser mucho más pasional) o un Celtic-Rangers, pero este ambiente no lo había vivido nunca.

Marsella-París, norte y sur, nuevo rico contra el equipo del pueblo y orgullo de Francia (recordemos, único equipo francés hasta la fecha campeón de Europa), todo eso y mucho más se palpaba en el sentir de la gente y, además, sumamos la motivación extra de venir de un año sin gente en las gradas y con la llegada de Leo Messi al megaproyecto parisino.

Gasté casi todo el tiempo extra que llevaba en conseguir pasar al estadio, por lo que me dirigí ya a mi asiento en la tribuna Ganay.

Si el ambiente fuera del estadio era una locura, lo que había dentro no desmerecía… todo el estadio cantando y gritando en la salida de los jugadores, los tifos en los fondos que se desplegaban, las bengalas se encendían… no podía dar crédito a todo lo que estaba viendo, era un auténtico espectáculo, el estadio era una caldera.

Tifos a la salida de los jugadores. Fotografía: feelthefutbol.com

Espectáculo de color en las gradas. Fotografías: feelthefutbol.com

El partido fue muy entretenido, con emoción y pasión… todo se jaleaba, todo se protestaba, los aficionados tenían dos enemigos públicos, Neymar y Messi. Al brasileño no le dejaban sacar los saques de esquina debido al lanzamiento de objetos y el argentino tuvo incluso que aguantar a un espontáneo que saltó al campo y fue a dar con él. Al final creo a ambos les superó el ambiente.

Al final del partido, 0-0 en el marcador (con un gol anulado a cada equipo) y la sensación de que había presenciado algo único.

Ya en el avión de regreso a casa repasando toda la experiencia, pensaba que la fama que tiene el Vélodrome de ser uno de los estadios más calientes de Europa desde luego está bien ganada.

El ambiente, la pasión, la mística, Marsella y el OM me conquistaron y a partir de ese momento cuentan con un marsellés más entre sus filas.

Ahora y siempre,

ALLEZ L’OM!

Stade Vélodrome

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