¡Hola a todos de nuevo!
Suelo dejar reposar mis recuerdos un tiempo antes de escribir mis nuevas experiencias, pero en esta ocasión no he podido resistir más para contaros mi última aventura.
Me hace especial ilusión ya que he podido vivir de primera mano un partido en un estadio al que pensé que no se daría la oportunidad de ir, pero una vez en la ciudad… tenía que hacer lo imposible para ver un partido en la casa de uno de los clubes más populares de Grecia.
Como os he comentado en otras ocasiones, muchas veces y por diversos motivos, siento afinidad por algunos equipos desde el principio. A veces, esta afinidad es fácil de explicar, por ejemplo, por haber seguido a un jugador que me gustaba mucho y jugaba en ese equipo, por la historia de ese club, sus valores… otras veces, sin embargo, no sé explicar esa afinidad que siento por ciertos equipos y este es un ejemplo.
Si hablamos de un equipo popular en Grecia, la mayoría pensaría en el Olympiakos de El Pireo, el club más exitoso del país (especialmente los últimos veinte años), pero mi debilidad siempre ha sido su eterno rival, el Panathinaikos. Por eso, en este viaje por Atenas y teniendo la oportunidad de asistir a un partido de ambos equipos en cualquiera de sus estadios, no dude ni un momento, tenía que visitar la casa del campeón verde, del PAO… tenía que ver un partido en el Apostolos Nikolaidis.
El estadio de Leoforos es renombrado como Apostolos Nikolaidis en el año 1981 en honor al expresidente del club, también conocido como el «Patriarca» por su aportación al club. Tiene un aforo de 16.000 espectadores y posee bajo sus tribunas unas pequeñas pistas de baloncesto y voleibol, una piscina y una pista de boxeo.
Fue el estadio más adelantado en su época, siendo el primero en tener una tribuna de madera en todo el fútbol griego (1928) y la primera tribuna cubierta (1933), además, fue también pionero en la instalación de alumbrado.
Disfruté mucho haciendo mi particular tour alrededor del estadio, un estadio que hoy en día pasaría por algo decadente en comparación con los grandes estadios de las ligas poderosas de Europa, pero que con todos sus grafitis le da personalidad y crea la sensación de estar visitando un lugar único.
Especialmente llamativo es observar la puerta 13 del estadio. Esta puerta es la que da acceso a la grada del fondo donde se colocan los más acérrimos seguidores del PAO, llamados Gate 13, la unión de aficionados más antigua en Grecia.
Esta vez no me conformaba con adquirir únicamente la bufanda del equipo, como hago siempre, en esta ocasión, y llevado por mi estado de euforia, lo primero que hice fue dirigirme a la tienda oficial del club y comprarme la camiseta… ¡con mi nombre a la espalda!
Además, gracias a la camiseta con mi nombre tuve la oportunidad de conversar con más de un aficionado que se preguntaba (y ya directamente me preguntaban a mi) quién era ese Diego que no conocían.
La afición del Panathinaikos es vibrante, llena de energía y pasión, eso es algo que cualquier aficionado al fútbol conoce, pero es algo que hay que vivir para entenderlo.
Incluso con un rival débil como era el Levadiakos, las gradas del estadio se veían prácticamente llenas y qué decir del fondo donde se sitúa la Gate 13… simplemente increíble, cantando sin parar desde antes del comienzo del partido y recibiendo a los suyos al grito de ¡PAO! ¡PAO! mientras se encienden más y más bengalas.
La única pega es que en casi todas las zonas del estadio hay una mampara que divide el terreno de juego y las gradas (yo tuve suerte y conseguí mi entrada en una zona libre) pero es que en la liga griega ha habido bastantes incidentes que hacen que esas mamparas no se retiren.
El partido en sí no dio mucho espectáculo, ganó el Panathinaikos por 1-0, pero para mí el resultado era lo de menos, estaba viviendo un momento grande, un sueño, y estaba plenamente identificado con la hinchada verde.
Con la noche cerrada llegaba el final del partido sintiendo algo de melancolía, pero lleno de ilusión. Terminaba mi aventura en el Apostolos Nikolaidis, pero la noche ateniense comenzaba.